8. Cultura, civilización y educación

La cumbre de ministros de Cultura de la Unión Europea, celebrada en Salamanca en marzo de 2002, mantiene como una de sus preocupaciones fundamentales la creación de estrategias comunes para potenciar el papel de la cultura en cada país y con carácter general. La unión Europea atenderá a las oportunidades que ofrece la Red para difundir programas culturales pues se ha tomado conciencia de que el apoyo a la cultura es elemento fundamental en el desarrollo europeo, tanto desde el punto de vista del florecimiento de la diversidad nacional y regional de las culturas de los estados miembros, como de la importancia del patrimonio cultural común (Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, art. 151).

El significado de la palabra “cultura” puede ser tan amplio o tan estrecho  que su riqueza semántica puede convertirse en ambigüedad conceptual, mermando considerablemente su utilidad. Seguimos atrapados entre unas nociones de cultura tan amplias que no valen para nada y otras que resultan exageradamente rígidas, siendo por ello una de nuestras necesidades más urgentes situarnos más allá de ellas.

Si a lo dicho anteriormente le añadimos el hecho de que la industria cultural ha jugado un papel esencial en la producción de bienes de consumo, estamos en condiciones de percibir con más precisión por qué la cultura se ha convertido en el tema de nuestro tiempo. Si la cultura se ha convertido en el tema de nuestro tiempo, es porque ha quedado integrada en el proceso general de producción de bienes de consumo y se ha acentuado de manera evidente el valor político de la cultura. Se trata de entender el hecho de que cantar una balada de amor bretona, o montar una exposición de arte afroamericano, por ejemplo, no son cosas, ni perpetua, ni inherentemente políticas; se vuelven políticas, cuando se vinculan a un proceso social de oposición, modificación o apoyo al orden social establecido.

En referencia a los conceptos de cultura y civilización, el concepto de educación adopta la forma de una herramienta cultural que sirve para formar a las personas con objeto de que puedan  contribuir a dominar y mejorar el progreso material y espiritual del individuo y de la sociedad. Esto es así entendido, porque social y colectivamente, el mayor grado de cultura de un pueblo comprende y coincide con el de su “civilización”, aun cuando sea verdad que puede haber individuos cultos que son  pobres y pueden existir hombres cultos en pueblos atrasados materialmente.

Cultura, civilización y educación son tres conceptos relacionados que la Pedagogía tiene que considerar desde una propuesta de visión integrada, pues no hay ninguna razón en el pensamiento contemporáneo que obligue a abandonar desde el punto de vista conceptual alguna de las tendencias y tradiciones de pensamiento que configuran  la creación cultural desde sus ejes matriciales como creación cultural artística, creación cultural socio-identitaria, creación cultural científico-tecnológica o creación cultural popular y de consumo.

La conocida distinción entre formas residuales, dominantes y emergentes de cultura es un buen reflejo de lo que queremos enfatizar en el párrafo anterior y que Samuel Huntington ha expresado de manera personal y acertada como “choque de civilizaciones”, pues la influencia de la cultura en la política y en la economía varía de unos períodos a otros y es especialmente fuerte en el mundo posterior a la Guerra Fría.

En nuestros días, el choque de civilizaciones, que es un hecho provocado por fundamentalismos enfrentados, puede ser transformado, mediante un compromiso de voluntades personales e institucionales orientado a la alianza de “civilización” (desarrollo cívico) para vivir juntos y en paz en un mundo mejor en el que la educación es , cada vez más, el instrumento eficaz de transformación y adaptación del hombre como ciudadano del mundo, pero localizado, que es capaz de solucionar conflictos reales sin convertirlos en guerras de religión y/o identitarias (Touriñán, 2004, Revista Bordón).

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